Enclavado en el corazón de la provincia de Teruel, el Castillo de Ares emerge como un testigo silencioso de la historia que ha marcado la región a lo largo de los siglos. Con sus ruinas majestuosas, este sitio ha pasado por diversas manos y ha sido testigo de eventos que han dejado una huella indeleble en su estructura y en la narrativa de la localidad de Pozondón.
Durante el siglo XII, Ares se erigió como la fortaleza más avanzada que protegía el señorío independiente de Albarracín en su frontera con el reino de Aragón. En aquellos días, rivalizaba con las fortalezas de Peracense, Ródenas y Alba, desempeñando un papel crucial en la defensa de la región. Sin embargo, la historia toma giros inevitables, y en 1284, el señorío autónomo cae en manos de Alfonso III. A partir de este momento, Ares se integra a la Comunidad de aldeas de Albarracín, sesma de Bronchales, convirtiéndose en tierras de realengo, aunque el castillo no cuenta con alcaides permanentes.
A lo largo de los siglos, Ares cambia de dueño y función. En 1711, forma parte del corregimiento de Albarracín, y durante la I República, se convierte en un señorío privado del marqués de la Florida. Después de la desamortización, se redistribuyen las tierras entre los habitantes del poblado, y Ares pierde su razón de ser, dando paso al surgimiento del actual Pozondón.
Las ruinas del Castillo de Ares, situadas a unos 2 kilómetros de la población, se erigen sobre una plataforma rocosa, destacándose por dos recintos fortificados a distintos niveles. La piedra rojiza, similar a la del Castillo de Peracense, constituye la materia prima de sus muros irregulares. El recinto inferior revela torreones circulares en ruinas, construidos con mayor robustez que el muro circundante. La entrada principal, orientada hacia el este, cuenta con un arco apuntado y una torre semicircular que defendía uno de sus lados.
En el recinto superior, los vestigios de una torre semicircular conocida como «el Buco» se alzan con cierta altitud, dejando entrever la grandiosidad que alguna vez caracterizó a este sitio histórico. Su historia tumultuosa y las diversas etapas de ocupación y abandono han dejado su marca en cada piedra y cada grieta, otorgándole un carácter único y evocador.
En los años 1999 y 2001, el Gobierno de Aragón emprendió obras de consolidación en el Castillo de Ares, buscando preservar este tesoro histórico para las generaciones futuras. En reconocimiento de su valor cultural e histórico, el castillo fue declarado Bien de Interés Cultural en 2006, según lo dispuesto en la Ley del Patrimonio Cultural Aragonés.
Así, el Castillo de Ares se erige no solo como un conjunto de ruinas, sino como un testimonio vivo de la rica historia de Pozondón y su entorno. Cada piedra cuenta una historia, cada grieta narra un capítulo, y cada visitante tiene la oportunidad de sumergirse en la fascinante narrativa que este antiguo bastión tiene para ofrecer. Explorar las ruinas del Castillo de Ares es embarcarse en un viaje en el tiempo, donde pasado y presente convergen en un rincón mágico de la provincia de Teruel.